Es difícil asignar una forma geométrica o algún símbolo matemático a algo que pareciera ser tan cotidiano: la vida. Para muchos es retratada según sucesiones temporales, en donde se ordenan los hechos según su fecha de realización. Es así como en la cultura occidental encontramos la tan conocida “línea de tiempo”. Cómo no recordar las clases de historia donde debíamos ordenar las distintas épocas y, dentro de ellas, cada acontecimiento relevante. Sin embargo, luego de unos años he querido preguntarme: ¿Es tan lineal la vida? Para lo cual la primera respuesta que obtuve fue un “no”.
A lo largo del tiempo distintas culturas se han cuestionado la forma en la que se debe definir la vida y el tiempo; por ejemplo, para la filosofía oriental la vida está compuesta por ciclos, representados por situaciones tan cotidianas como el día y la noche, las estaciones del año, el bien y el mal y otros hechos representados por uno de los símbolos más importantes de oriente y emblema del Tao te King: el yin yang, una sencilla figura circular, pintada de blanco y negro que encierra los grandes misterios de esta imponente religión china. De esta forma, no sólo se nos presenta el ritmo de la vida sino también lo que ella encierra. Así, nos encontramos frente a la idea de dualidad del universo, donde habitan dos fuerzas opuestas complementarias insertas en todas las cosas, según lo cual el blanco es complemento del negro, el frio del calor, la luz de la oscuridad, el hombre de la mujer, etc.
Una cosmovisión semejante a la oriental es la del pueblo Mapuche, que, a diferencia del yin yang, define su representación de universo mediante el Kultrün, un instrumento musical de forma circular. En él, se encierran los misterios de la vida y la muerte, los puntos cardinales, los dioses y los cuatro sobrevivientes del diluvio (leyenda que relata el inicio de esta cultura).
Incluso en cartomancia se retrata la vida mediante un emblema del Tarot: La rueda de la fortuna (X); donde no sólo se habla de ciclos y de cambios, sino que es una de las cartas más representativas del tiempo y el destino.
No sé si será por mi respeto al mundo oriental, mi cercanía al territorio mapuche o mi interés por el esoterismo, pero claro está que simpatizo mucho más con un retrato circular que con la clásica línea de tiempo que resultaba tan aburrida en mi época de estudiante. Aunque si de formas se trata, pienso que quizá la vida es espiral, o tal vez son círculos que se repiten constantemente y avanzan de distinto modo, girando sobre sí mismos y caminando sobre el aire a igual tiempo. Lo que sí tengo claro (y no quiero pecar de absolutista) es que todo cambia y todo vuelve, distinto, pero vuelve; por lo que posiblemente, cuando la rueda termine su recorrido de 360° y dé paso a un nuevo ciclo, se complete el curso del periodo, se efectúe el retorno, espere un instante y continúe girando.
A lo largo del tiempo distintas culturas se han cuestionado la forma en la que se debe definir la vida y el tiempo; por ejemplo, para la filosofía oriental la vida está compuesta por ciclos, representados por situaciones tan cotidianas como el día y la noche, las estaciones del año, el bien y el mal y otros hechos representados por uno de los símbolos más importantes de oriente y emblema del Tao te King: el yin yang, una sencilla figura circular, pintada de blanco y negro que encierra los grandes misterios de esta imponente religión china. De esta forma, no sólo se nos presenta el ritmo de la vida sino también lo que ella encierra. Así, nos encontramos frente a la idea de dualidad del universo, donde habitan dos fuerzas opuestas complementarias insertas en todas las cosas, según lo cual el blanco es complemento del negro, el frio del calor, la luz de la oscuridad, el hombre de la mujer, etc.
Una cosmovisión semejante a la oriental es la del pueblo Mapuche, que, a diferencia del yin yang, define su representación de universo mediante el Kultrün, un instrumento musical de forma circular. En él, se encierran los misterios de la vida y la muerte, los puntos cardinales, los dioses y los cuatro sobrevivientes del diluvio (leyenda que relata el inicio de esta cultura).
Incluso en cartomancia se retrata la vida mediante un emblema del Tarot: La rueda de la fortuna (X); donde no sólo se habla de ciclos y de cambios, sino que es una de las cartas más representativas del tiempo y el destino.
No sé si será por mi respeto al mundo oriental, mi cercanía al territorio mapuche o mi interés por el esoterismo, pero claro está que simpatizo mucho más con un retrato circular que con la clásica línea de tiempo que resultaba tan aburrida en mi época de estudiante. Aunque si de formas se trata, pienso que quizá la vida es espiral, o tal vez son círculos que se repiten constantemente y avanzan de distinto modo, girando sobre sí mismos y caminando sobre el aire a igual tiempo. Lo que sí tengo claro (y no quiero pecar de absolutista) es que todo cambia y todo vuelve, distinto, pero vuelve; por lo que posiblemente, cuando la rueda termine su recorrido de 360° y dé paso a un nuevo ciclo, se complete el curso del periodo, se efectúe el retorno, espere un instante y continúe girando.

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