lunes, 31 de marzo de 2008

Le ciel dans une chambre

Quand tu es près de moi,
Cette chambre n'a plus de parois,
Mais des arbres oui, des arbres infinis,
Et quand tu es tellement près de moi,
C'est comme si ce plafond-là,
Il n'existait plus, je vois le ciel penché sur nous... qui restons ainsi,
Abandonnés tout comme si,
Il n'y avait plus rien, non plus rien d'autre au monde,
J'entends l'harmonica... mais on dirait un orgue,
Qui chante pour toi et pour moi,
Là-haut dans le ciel infini,
Et pour toi, et pour moi
Quando sei qui con me
Questa stanza non ha piu pareti
Ma alberi, alberi infiniti
E quando tu sei vicino a me
Questo soffitto, viola, no
Non esiste più, e vedo il cielo sopra a noi
Che restiamo quì, abbandonati come se
Non ci fosse più niente più niente al mondo,
Suona l'armonica, mi sembra un organo
Che canta per te e per me
Su nell'immensità del cielo
E per te e per me.
Et pour toi, et pour moi.

viernes, 21 de marzo de 2008

A pedido de... Carla


Durante los últimos días he reflexionado y, posteriormente, conversado con Carla sobre un tema de interés de ambas y que nos ha afectado de alguna u otra forma: la tranquilidad interior.
Cuando intenté definir de qué se trata este pseudo estado, que se debiera manifestar en cada individuo al menos una vez en su vida, descubrí que es algo tan complejo que resulta muy difícil de describir, ya que se encuentra dominado por la experiencia y la subjetividad, por lo que recurrí a las analogías, mi clásico recurso.
Primero pensé que la tranquilidad interior es una condición en la que se puede caer el mundo a pedazos y ella sigue ahí, paciente, moderada, como un vaso de agua que espera algún movimiento que destroce su quietud. Pero, ¿será posible que un sentimiento tan grande tenga cabida en un lugar tan pequeño? Tal vez no, por lo que pensé que si no es un vaso, quizá pueda ser un lago; detenido, limpio; que cumple plácidamente con su misión, refrescando cuando es necesario y presentándose sólo como elemento de admiración en aquellos días de tormenta; transparente y helado, posiblemente por su lejanía; profundo y suave, de difícil acceso e imposible salida; dueño de una magia irreproducible, porque no existe en diccionario alguno aquella palabra que se preste para definirlo; tan hermoso que te reprochas una y mil veces por no haber llegado antes a aquel lugar; dueño de una energía tan pura que podría parecer que no la tiene; tal vez rodeado de montañas, protectoras y defensoras de todo objeto que lo pueda contaminar.
¿Y si fuera como el cielo? Inmenso, envolvente, místico y divino; tan sublime que sólo es digno de admirar, donde arriesgas terribles penas en el purgatorio si intentas tocarlo. No, no es como el cielo, ya que en este momento entre el cielo y yo existe una distancia solo medible en años luz. En cambio, el lago es cercano, tanto como mi tranquilidad interior.
Posiblemente a los ojos de muchos esté equivocada, pero una sensación como ésta es difícil de expresar, por lo que me fue más fácil comparar y, de esta forma, cumplir con la petición de mi amiga y compañera de viaje.

sábado, 15 de marzo de 2008

Enmascarados


Luego de una clásica conversación con Marcela, una amiga, confidente, psicóloga y muchas cosas más, he realizado el compromiso de escribir sobre un tema que desde hace un par de meses, o quizá deba decir años, es parte de nuestra agenda de análisis: las mascaras.
Sin generar equivocaciones para los lectores, resulta necesario aclarar que no hablamos ni de compañías de teatro, ni de maquillaje, ni nada por el estilo sino más bien de aquellas personas que crean apariencias para evitar que la sociedad conozca su interior.
Revelar nombres sería absolutamente innecesario, porque todos hemos recurrido a esta herramienta de protección alguna vez. Sin embargo, hay personas que viven con ellas, es casi una segunda piel, como si tuvieran tanto miedo a no ser aceptados que han decidido crear una personalidad de carácter universal, que pueda conquistar tanto a hombres como mujeres. Mecanismo de defensa o no, lo claro es que tal vez el problema no sea de quienes se enmascaran, sino de aquellos que no logran descifrar que todo es parte de un engaño.
No quiero parecer sexista, pero las mujeres somos quienes tenemos mayores facultades para desenmascarar ¿Será porque también somos las que más nos disfrazamos? En lo personal, intento mostrarme lo más transparente posible y sé que las mujeres que me rodean también siguen esa política.
En fin, espero que la constante ola de actores incognitos deje de emerger, que un halo de transparencia inunde la sociedad y que las mentes ingenuas puedan despertar de ese coma profundo que apenas les permite pensar.

domingo, 9 de marzo de 2008

¿El progreso es retoceso?

comentarios sobre la encuesta...

TORA

Es difícil asignar una forma geométrica o algún símbolo matemático a algo que pareciera ser tan cotidiano: la vida. Para muchos es retratada según sucesiones temporales, en donde se ordenan los hechos según su fecha de realización. Es así como en la cultura occidental encontramos la tan conocida “línea de tiempo”. Cómo no recordar las clases de historia donde debíamos ordenar las distintas épocas y, dentro de ellas, cada acontecimiento relevante. Sin embargo, luego de unos años he querido preguntarme: ¿Es tan lineal la vida? Para lo cual la primera respuesta que obtuve fue un “no”.
A lo largo del tiempo distintas culturas se han cuestionado la forma en la que se debe definir la vida y el tiempo; por ejemplo, para la filosofía oriental la vida está compuesta por ciclos, representados por situaciones tan cotidianas como el día y la noche, las estaciones del año, el bien y el mal y otros hechos representados por uno de los símbolos más importantes de oriente y emblema del Tao te King: el yin yang, una sencilla figura circular, pintada de blanco y negro que encierra los grandes misterios de esta imponente religión china. De esta forma, no sólo se nos presenta el ritmo de la vida sino también lo que ella encierra. Así, nos encontramos frente a la idea de dualidad del universo, donde habitan dos fuerzas opuestas complementarias insertas en todas las cosas, según lo cual el blanco es complemento del negro, el frio del calor, la luz de la oscuridad, el hombre de la mujer, etc.
Una cosmovisión semejante a la oriental es la del pueblo Mapuche, que, a diferencia del yin yang, define su representación de universo mediante el Kultrün, un instrumento musical de forma circular. En él, se encierran los misterios de la vida y la muerte, los puntos cardinales, los dioses y los cuatro sobrevivientes del diluvio (leyenda que relata el inicio de esta cultura).
Incluso en cartomancia se retrata la vida mediante un emblema del Tarot: La rueda de la fortuna (X); donde no sólo se habla de ciclos y de cambios, sino que es una de las cartas más representativas del tiempo y el destino.
No sé si será por mi respeto al mundo oriental, mi cercanía al territorio mapuche o mi interés por el esoterismo, pero claro está que simpatizo mucho más con un retrato circular que con la clásica línea de tiempo que resultaba tan aburrida en mi época de estudiante. Aunque si de formas se trata, pienso que quizá la vida es espiral, o tal vez son círculos que se repiten constantemente y avanzan de distinto modo, girando sobre sí mismos y caminando sobre el aire a igual tiempo. Lo que sí tengo claro (y no quiero pecar de absolutista) es que todo cambia y todo vuelve, distinto, pero vuelve; por lo que posiblemente, cuando la rueda termine su recorrido de 360° y dé paso a un nuevo ciclo, se complete el curso del periodo, se efectúe el retorno, espere un instante y continúe girando.

domingo, 2 de marzo de 2008

El valor de lo empírico

Es increíble descubrir cómo una certeza teórica al volverse práctica recobra el triple de valor. Muchas veces creemos conocer aspectos de la vida porque simplemente existe algo que nos dice que es así; sin embargo, cuando lo experimentas te apropias el real valor de lo que creías saber a ciencia cierta. Puede parecer extraño, pero hace un tiempo me autoconvencí de algo que no pude asumir hasta el instante en el que lo viví. Fue en ese momento en el que el "hecho" pasó de ser sólo papel o simple psicología a un aspecto de vida, que, por supuesto, ha recobrado valor- no sólo por la situación en sí, sino también por la importancia de haber aprendido algo nuevo.