miércoles, 7 de octubre de 2009

Válvulas de escape

Existen muchas y muy distintas. He experimentado varias y ninguna me satisface más que la otra; se vuelven adictivas, divertidas, interesantes y reflexivas. Pueden tocar el intelecto y aquellos espacios que aún quedan vacíos: son las válvulas de escape, aquellos refugios a los que acudimos cuando una situación (o la falta de situaciones) nos acongoja.

Tarot, blog y Programación Neurolingüística han sido algunas de las mías. Aparecieron en momentos negros y de a poco le fueron aportando el color que mi vida había perdido. Cada una de ellas me entrega un minuto de inspiración y pasmo repentino. Es increíble lo rápido que avanza el tiempo cuando comienzo a leer sobre PNL, por ejemplo; gracias a este método descubrí que mi recreo diario se puede ampliar de 15 minutos a 1 hora y un poco más.

Llegaron a mi vida de la nada y comencé a necesitarlas del todo. Si bien es cierto, escapar no es positivo, por Dios que ayuda. Evitar estar ahí y aquí, dejar de pensar en eso para comenzar a pensar en esto; escapar del ambiente, para encontrar el espacio. Algo así como la casa en el árbol, o la montaña del ermitaño.

¿Por qué lo hacemos? Porque es necesario, porque para vivir en un mismo lugar no se necesita una vida, sino que basta con un año. Lo hacemos porque lo requieren, porque lo esperan y porque lo disfrutan, porque nos enseña y les enseña.

Válvulas de escape, de segundos, de días enteros y de siglos. Me escape cuando me descubrí; me sigo escapando para volver a ser quien era, me escaparé nuevamente cuando la inconstancia del estar se vuelva cada vez más potente, y me quedaré cuando descubra que lo "vivencial" se encuentra en cualquier lugar.

lunes, 5 de octubre de 2009

¿Fumémonos un pito?

Hace poco más de un mes, el periódico nacional El Mercurio incluía entre sus páginas el apoyo del cantautor y Ministro de Cultura de Brasil, Gilberto Gil, a la legalización del consumo de drogas como un método que permitiría menguar la “violencia urbana”.

Situación similar se ha vivido durante mucho tiempo en Bolivia, país en el que un porcentaje de la población, principalmente de sectores rurales, consume cocaína por motivos tan variados como la necesidad de estimular el sistema nervioso o inhibir el apetito, gracias a sus poderes como supresor del hambre.

La misma droga es utilizada también en Perú para evitar el llamado “soroche” -conocido como el mal de las alturas- ya que regula la carencia de oxígeno en el ambiente, mejorando la circulación sanguínea; quienes visitan el Santuario histórico de Machu Picchu deben mascar hojas de coca para nivelar su cuerpo al ambiente.

Llegando un poco más lejos, populares son los coffee shop holandeses, donde se distribuyen pequeñas cantidades de droga en bares o cafés, iniciativa que busca ser imitada por otros países europeos.

En este escenario, nuestro país reabre el debate en torno al tema, ahora con los candidatos presidenciales manifestando sus variadas opiniones en su campaña política, donde algunos se muestran liberales y otros con una marcada línea conservadora.

Pero cuando se habla de legalización ¿A qué nos referimos? ¿A la legalización del consumo de drogas, como la marihuana, cocaína y pasta base y/o a la venta y cultivo de ellos? Me imagino que a ambas situaciones.

Analizando los pro y los contra de esto, he encontrado variadas opiniones, como aquellas que afirman que tomando estas medidas se terminaría con el negocio de los actuales productores y narcotraficantes, y con ello la corrupción. En relación a esto, pienso que el comercio no terminaría, sino que sólo pasaría de ser ilegal a legal.

Por otra parte, mencionan que se ahorrarían los recursos destinados a policías, jueces y cárceles, a lo que respondo que en ese caso se deberían cortar las manos a los ladrones y así mermar la delincuencia… no es la solución.

No me opongo al consumo de drogas, pero creo que en nuestro país aún no existe una cultura que permita la legalización de éstas. Si ello sucediera, podríamos acudir a un kiosco y solicitar éxtasis y de paso una botella de agua mineral y a las advertencias de “si vas a tomar pasa las llaves” deberíamos agregar “fumar, inyectar, jalar”, etcétera.

Pienso que debemos avanzar en otras áreas, como la educación y el desarrollo cultural, como para luego preguntar a un amigo de forma libre por la calle “¿fumémonos un pito?”.