jueves, 25 de marzo de 2010

¿El instinto maternal existe?

Hace cerca de treinta años, la filósofa francesa Élisabeth Badinter, afirmó que el instinto maternal no existe sino que es una mera construcción cultural, que se diferencia de la animal, ya que no es automática.

Una de sus publicaciones más reconocidas es L’ Amour en Plus (¿Existe el amor maternal?) destaca por descartar factores genéticos en el instinto materno. En su obra más actual (“Le Conflit”) la autora señala que existe un estereotipo de madre, en el que se busca ante todo la perfección, se idealiza a la madre perfecta y se eleva al niño a categorías casi celestiales, sobrerresponsabilizándose y manteniendo sentimientos de culpa permanentes cuando algo les pasa.

Badinter atribuye esta situación a la crisis económica de los países industrializados, que hizo posible una nueva ideología: la escasez de trabajo y bajos sueldos llevó a mujeres a cuestionarse si se había equivocado de camino, por lo que se busca encontrar uno nuevo volviendo a las “leyes de la naturaleza”.

No sé si existe o no, pero la verdad es que coincido con varios de los planteamientos de la filosofa. Ayer pensé en no tener hijos, hoy pienso en tener muchos, mañana no sé. Exista o no, la sociedad exige que seas una buena madre, si le dices a tu hijo que te deje de molestar porque estás cansada luego de trabajar todo el día, si pasas poco tiempo en la casa o si simplemente en lugar de contarle un cuento antes de dormir prefieres salir con tus amigas, eres casi una “hija de puta” frase que -por lo demás- vuelve a culpar a tu madre.

jueves, 18 de marzo de 2010


En una de mis cotidianas revisiones de prensa, encontré una nota publicada en Las Últimas Noticias, donde se comentan algunos aspectos de la obra del pintor estadounidense Mark Greenwold (1942).

Obsesivo y erótico son algunos de los calificativos que el artista (para mi desconocido) recibe. Investigando sobre su trayectoria, descubrí una pintura moderna e irreverente para nuestra sociedad, con algunos aspectos Pop que difícilmente me son indiferentes.

Dos mujeres y un hombre son exhibidos en una habitación en su emblemático óleo Bright Promise. Color, accesorios y cuerpos desnudos decoran la escena que muestra a adolescentes en actos sexuales que buscan distraer la atención del espectador con un ambiente bien cuidado, en el que destaca un cubrecama (con toques hiperrealistas) que tardó más de un año en ser terminado.

Estos 2,74 metros de ancho y 2,15 de alto provocaron que el pintor demorara alrededor de cuatro años en concluir una obra que se mantuvo en reserva desde 1975 y que hoy ve la luz, provocando variadas críticas, sobre todo en países conservadores.

¿Atractivo? Desde luego. Resulta gratificante ver propuestas que van más allá de la clásica naturaleza muerta o el típico desnudo que juega entre lo clásico y lo “vanguardista”. Espero que el arte pictórico salga de las galerías y casas lujosas y atienda la contingencia de una sociedad que desde hace años busca un cambio en las ideas morales. Escenas cotidianas como actos sexuales de todo tipo o jóvenes consumiendo drogas o alcohol, distan mucho de la propuesta de realismo del Millet del Siglo XIX y que propongo sean retratados, si no es ahora, al menos en un par de décadas.

miércoles, 10 de marzo de 2010

¿Qué estabas haciendo para el terremoto del 27 de febrero?

Se habla de réplicas, de otro más fuerte e incluso del fin del mundo. Teorías, especulaciones, pensamientos automáticos, no sé. Lo cierto es que el terremoto del 27 de febrero no pasó inadvertido para ninguno de nosotros.

Por mi parte, dormía plácidamente cuando mi cama se comenzó a mover, era tanto el sueño que ni susto me dio; terminado el terremoto, bajé a escuchar radio, me informé sobre lo que pasaba y volví a dormir… zzzz hasta el día siguiente.

Aburrida de la interminable “cobertura” del “acontecimiento”, recordé las enseñanzas de mi profesor de fundamentos del periodismo: Manuel Ortiz, quien decía que la saturación de información era tan negativa como la falta de ésta.

Para “rebelarme” decidí buscar todas las películas que tenía, conversar de todos los temas que se me venían a la mente, dormir todo lo que podía dormir y hacer todo lo que podía hacer, que no implicara ver 20 veces la misma imagen del caballero que se robó la lavadora o de la señora que llora desesperada porque perdió su casa.

Es triste, sí, y de todo corazón lo lamento, pero no estoy ni para ser cómplice de cómo se juega con el morbo de la sociedad ni para agotar mi psicología. En la espera de cerrar el tema -al menos por algún tiempo- les pregunto: ¿cómo vivieron el terremoto?