domingo, 14 de febrero de 2010

Abrir y cerrar sesión

Ciertas relaciones en la vida son similares a lo que sucede cuando ingresas a tu correo electrónico.

Tienes la intención de entrar a revisar si hay algún mensaje, doble click, anotas tus datos (incluso agregas una contraseña, aveces un poco rebuscada, pero nunca tan complicada), otro click y entrar. Esperas unos segundos que se cargue la página y estás dentro.

Veamos ahora con qué nos encontramos. Un sin fin de correos, muchos revisados y otros por revisar. Varios que no quisiéramos leer, otros que esperamos y aún no llegan. Los típicos de siempre y de vez en cuando uno que nos sorprende.

Una serie de mensajes que borramos de inmediato, un gran número de no deseados, otros tantos que nos resistimos borrar y algunos que nos parecen interesantes y que respondemos de inmediato... Otros que contestamos tiempo después para ser esta vez nosotros los que sorprendemos. Dentro de este grupo se encuentran también los que jamás tienen respuesta de nuestra parte.

Podemos entrar rápidamente si el computador simpatiza con nosotros, o demorarnos una eternidad si es que lo abrimos desde un lugar muy concurrido. Ya concluida la primera visita diaria, optas por acercarte al extremo superior derecho de la pantalla y cerrar sesión, para volver a abrirla algunas horas después o al día siguiente.

Realmente no sé si la comparación es acertada o no... lo que sí sé, es que cuando quiero alejarme del mundo por un rato, mi mouse descansa del clásico “iniciar sesión”.